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Aunque españoles e italianos compitamos en el negocio del aceite de oliva virgen extra, para nada siento ningún resquemor hacia su gastronomía, tan rica y variada y como la nuestra.

Por eso, para mí disfrutar de un queso, como el provolone, que está hecho al 100% para comerse fundido es una pasada. Los amantes del queso gozamos mucho con la clásica provoletta, la curiosa provo-pizza o sobre unas tostas como estas que os traigo hoy.

Ingredientes:

1 rodaja de provolone. rebanadas de pan de hogaza consistente, integral, de cereales, centeno… 1 tomate. aceite de oliva virgen extra. para el pesto de nueces y espinacas: 2-3 tazas de espinacas. 1 taza de nueces peladas. 1/4 o 1/2 taza de queso parmesano en polvo 1 diente de ajo. aceite de oliva virgen extra. sal. 1 golpe de agua.

Preparación:

Tostamos el pan para que adquiera mayor consistencia y resista el agua que pueda soltar el tomate y no comamos una masa mojada. Lo regamos con aceite de oliva virgen extra y sobre él disponemos el tomate cortado en rodajas de un grosor medio. En trozos también de un grosor medio, cortamos el provolone y lo ponemos encima del tomate. Ponemos las tostas en el horno precalentado a 180º hasta que al queso le salgan unas suaves costras tostadas. El pesto: En la batidora introducimos todos los ingredientes en el siguiente orden: las espinacas, las nueces, 1 diente de ajo picado, el parmesano, 1 buen chorro de nuestro mejor AOVE, la sal y 1 golpe de agua. Trituramos hasta obtener una salsa de textura uniforme. Podemos hacer que quede más espesa y cremosa (añadiendo más espinacas, nueces o parmesano); o menos, poniendo un poco más de aceite de oliva o agua. Cuando estén listas, sacamos las tostas del horno y las untamos con pesto a nuestro gusto. Comemos calientes para que el queso provolone no se endurezca y se vuelva gomoso.

Yo la he acompañado de una pequeña ensalada de canónigos con zanahoria y un vaso de vino de pitarra. La primavera se merece esta alegría de color.

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A mi padre le gusta contar que durante los años del desarrollismo, los boquerones en vinagre se hicieron tan populares en los bares de La Barceloneta, que los inmigrantes andaluces y extremeños, para ganarse un dinero extra, comenzaron a prepararlos en sus casas para venderlos luego a los taberneros del barrio. La demanda era tan grande que, ante la falta de espacio y recipientes, la gente los preparaba en los lavabos y los bidés de sus casas.

Obviamente, lo último es un aliño de su cosecha con el que pretende epatar a quien le escuche. Lo que sí es cierto es que los boquerones en vinagre son uno de los aperitivos más populares de nuestra gastronomía. El mundo me parece más amable cuando estoy en una terraza y a mi cerveza la acompaña un plato de patatas fritas con boquerones en vinagre. 

Aquí os comparto la receta que seguimos en mi casa:

Ingredientes:

Boquerones. Un buen vinagre de vino o de manzana. 1-2 dientes de ajo. Perejil. Aceite de oliva virgen extra. Sal.

Preparación:

Si no los limpian en la pescadería, tendremos que hacerlo nosotros, retirando cabeza, tripas y espinas y separándolos en dos. Para evitar el anisakis, los congelaremos durante 24-48 horas a -18º antes de prepararlos. Luego los lavaremos en una fuente con agua fría para que suelten toda la sangre. Cambiando el agua todas las veces que hagan falta hasta que salga clara. En otro recipiente, pondremos suficiente vinagre con sal para cubrirlos y marinarlos durante 8-10 horas. El vinagre los cocinará, mientras que la sal le dará firmeza a su carne. ¿Cómo saber que están listos? La carne tiene que estar blanca. Para comprobarlo, cogeremos uno y lo partiremos por la mitad. Si el interior está blanco, están listos. Escurriremos el vinagre y los iremos colocando en su recipiente final, añadiendo a cada capa un poco de sal (si es necesario), ajo y perejil picados a nuestro gusto y cubriéndola con aceite de oliva virgen extra. Los dejaremos reposar durante un día en la nevera, al menos. Antes de consumirlos los sacaremos unos instantes antes para tenerlos a temperatura ambiente.

A mí, particularmente, me gusta comerlos con variedades diferentes de patatas fritas, como las onduladas o las light; y seguir abriendo apetito con otros encurtidos como las berenjenas en conserva, guindillas, banderillas… sabores ácidos y picantes que combinan perfectamente con una cerveza fría.

Y a vosotr@s, ¿cómo os gusta más comeros los boquerones en vinagre?

Aunque no asistimos a la cita que los gastroblogueros asistentes a Gastrotur ’13 tuvieron con los Cocineros 4.0, no hemos podido evitar unirnos a la iniciativa que, dentro del seno de este grupo, se ha desarrollado para homejarles a ellos y a su cocina.

Nosotros hemos realizado un remojón granadino, una plato típico de la cocina andalusí y que es muy frecuente en las provincias de Jaén, Granada y Córdoba. Yo lo conocía como una ensalada de naranja con bacalao seco y algo salado y la verdad es que me gustó probarlo con el bacalao totalmente desalado y pasado por la plancha. Aparte de las aceitunas, yo le añadiría unas habas frescas o unos alcaparrones. Entonces ya sí que nadie negaría lo andaluz del plato.

Ingredientes:

200 gr de bacalao desalado en trozos. 1 naranja. 2 cebolletas. Aceite de oliva virgen extra. Aceitunas negras. Sal y pimienta.

Preparación:

Desalamos el bacalao entre 24-48 horas, cambiando varias veces el agua y conservándolo en el frigorífico. Una vez desalados, marcamos los trozos de bacalao en una sartén con un poco de AOVE. Dejamos enfriar. Pelamos y cortamos la naranja en cubos. La disponemos sobre un plato. Desmigamos el bacalao y se lo echamos a la naranja por encima. Cortamos la cebolleta en rodajas y las incorporamos a la naranja con el bacalao. Añadimos tantas aceitunas como gustemos. Salpimentamos y aliñamos con un aceite de oliva virgen extra del que el plato pueda sentirse orgulloso. Decoramos con los tallos verdes de la cebolleta picados y servimos.

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